Llevo casi dos años sin escribir. No exagero. Cuando digo escribir me refiero a relatos. Correos, tuits, listas de la compra no cuentan.
Para no faltar a la verdad, el pasado octubre de 2022 compuse un micro para una maratón de microrrelatos que se organiza todos los años en la Feria del Libro de Sevilla. No lo contabilizo porque fue una raya en el agua y, por ejemplo, el relato que publiqué la semana pasada (Pilar bajo los arcos del puente) es de 2020. De verdad, salvo el micro de la Feria del Libro, la sequía es total desde 2021.
Hasta que hace unas dos semanas me salió algo. Porque hay relatos que se buscan (con sus metodologías para crearlos) y también hay relatos que brotan de la nada en medio de un erial y, a mí, algunos relatos me surgen así, sin buscarlos. Me vienen un día y entonces tengo que escribir en torrente antes de que lo pierda. Si no lo hago, me olvido y seguimos sumando años de sequía. Total, que me viene eso y lo escribo. Y lo tengo que dejar reposar para alejarme de mi propia obra y poder ser mínimamente crítica. Porque, si no lo dejo, siempre voy a pensar que es lo mejor que he hecho nunca y eso es, en el 99% de los casos, una falacia. El otro 1% es un relato llamado Tumbleweed que algún día compartiré. La cuestión es que, si lo dejo reposar, soy capaz de releerlo con cierta lejanía y objetividad.
Esto del reposo es común entre los y las escritoras, si es que me puedo encajar en esa categoría. Además, como soy muy olvidadiza, hay veces que releo alguno y me llevo tremenda hostia que lo flipo yo sola. ¿De lo malo que es? No, hostia emocional de pensar cómo diantres fui capaz de escribir aquello y no seguir con la dinámica. Recordadme que algún día comparta también Hormigas del lejano oeste. Que diréis: deja de ponernos títulos de relatos que no nos vas a enseñar y vete al grano, hemos dejado de leer con interés hace doscientas palabras. No os falta razón, pero es que esto es un blog y dentro de un tiempo estarán colgados también esos relatos y podré enlazarlos y mejorará el SEO si es que entonces el SEO sigue siendo algo [de hecho, dos meses después ya he colgado y enlazado los dos].
¿De qué estaba yo hablando? Ah, sí. De que me vino el torrente y dije: esto lo escribo yo ahora de madrugada o se me pasa para siempre. Y lo escribí. Y luego lo llamé Plegaria, ya veréis por qué.
La cosa es que muy convencida no me tenía. Y solo han pasado dos semanas. Y muy convencida no me tiene. Pero ha saltado una polémica en Twitter sobre la diferencia de edad en las relaciones cuando ellos son mucho mayores y, bueno, probablemente cuando publique esto ya habrá pasado (y taaanto), pero tengo que aprovechar la excusa para subirme al carro porque este relato corto aborda tangencialmente lo mismo desde un enfoque opuesto, contrario, contradictorio, ¿contrariado? Controvertido.
Plegaria
Me sonríe desde sus veinte y yo le devuelvo la cordialidad desde mis cuarenta. Por un momento me siento sucia deseando ese cuerpo que no es para mí ni debiera ser para nadie más allá de los treinta. Luego pienso que peores cosas se han visto y que la mayoría de edad está para algo. Alargo la sonrisa en un gesto impúdico y así, con todo el descaro imaginable, es como una cuarentona se lleva a uno de veinte. ¿No te lo crees? Haces bien. No fue lo que ocurrió.
Me ha sonreído. Le he sonreído y acto seguido una losa de envidia ajena me ha devastado, aplastada: pero tú que te crees, que tienes veinte años. He aprovechado que pasaba un coche para arrojar bajo sus ruedas tremendo desdén señoro. Con su medio pelo. Con su bigote. Con el monóculo prendido. Sonrío. ¿Todavía no te lo crees? Haces bien. Tampoco fue eso lo que ocurrió.
Me sonrió. Le sonreí. Y el qué te crees, que tienes veinte ha reverberado reventando mis entrañas por pura vergüenza autoimpuesta. Ojalá un señor de más de sesenta babeando sabiondo para descargar contra él mi impotencia.
Ojalá no sentir vergüenza.
Ojalá ser desvergonzada.
Ojalá alargar mi sonrisa hasta que se junte con tu lengua. Ojalá mis labios y tu lengua. Ojalá tu lengua, mis piernas y tú en medio. Ojalá saliva. Ojalá sudor. Ojalá sudar sudor salivando sexo. Ojalá sexo sudado y salivado.
Ojalá toda esa transpiración corpórea en lugar de este ataque mío de ansiedad.
Y la foto de arriba, que no es mía, que es de stock.
Todo esto para ejemplificar cómo convertir un tema de actualidad en una excusa para hablar de vuestras cosas. Y da igual que, en el fondo, tampoco tengan tanto que ver (parece que sí, que la premisa uf, pero luego ay) o que el tema no esté taaaan de actualidad (ya se ve, las polémicas vuelan). Lo importante es CÓMO pasa el Pisuerga por Valladolid. Así que, si no sabíais cómo daros autobombo y habéis pensado que un blog sin visitas podía ser la solución, efectivamente NO. Aunque siempre podemos llorar juntas.
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