El rincón de escribir

Fotografía de una hoja escrita a mano con el inicio de un relato sobre perros grandes. De fondo, la portada del libro Solo quería bailar de Greta García.

Publicado el

por


Taller exprés, improvisando relatos a varias manos

El otro día estuve en un taller exprés organizado en Casa Tomada (cómo no) y conducido por Greta Garcia, que si no la conocéis como escritora la podéis conocer como bailarina o por payasa, que no lo digo yo, que lo dice ella.

Lo bueno fue que, después de hablar de su propio proceso creativo, nos hizo participar en un ejercicio de escritura improvisada contrarreloj con textos que van rotando de manos. Una especie de cadáver exquisito pero, en lugar de escribir a lo loco sin conocer lo anterior, aquí continuamos lo que ya estaba escrito: una persona escribe un arranque (detonante), otra un nudo (vengativo, venganza era la premisa, como en su libro Solo quería bailar) y, ya por último, otra escribe un desenlace. Las cosas que salen son desternillantes. Digo cosas porque decir relatos es algo atrevido. Pero siempre hay algunos textos que prometen y otros de los que se puede rescatar algún detalle. Como tormenta de ideas es una buena forma de generar material sobre el que trabajar después.

Relatos a varias manos

Pude quedarme con el que inicié yo (foto parcial arriba). Una salvajada perruna que luego os transcribo. Pero me hubiera encantado poder quedarme también con el del dispensador de gasolina. En ese hice el nudo vengativo.

Me gusta la gasolina

El de la gasolina iba de una vecina de arriba encorajinada porque el del primero malgastaba agua todos los días refrescando su patio sin miramientos, en plena sequía. Empezaba algo así como: «Hoy he tenido que gritarle a Rafael, el vecino de abajo, porque ya estaba de nuevas baldeando el patio a mano abierta. No hay cosa que me dé más coraje en plena época de sequía. ¡Qué nos dejas sin agua, subnormal!, le he gritado otro día más». No os creáis que es literal, escribo de memoria y de eso ando fatal, pero la idea está ahí. Luego venía mi parte: «Hoy he cambiado la acometida del agua de Rafael. La he enganchado a un surtidor de gasolina y aquí estoy, asomada a la ventana, esperando a que venga a baldear el patio para encenderme un último piti». Podría haberse quedado ahí, pero la improvisación iba sobre la marcha y una tercera persona tuvo que escribir un desenlace. Se lo dejé bastante cerrado (pero fue bien). «Hoy Rafael ha salido al patio para comenzar con su ritual. Le ha extrañado el burbujeo inicial en la manguera del agua, como atragantada, pero la gasolina ha empezado a fluir y ha llegado mi momento de gloria. He encendido el cigarrillo y lo he dejado caer» a cámara lenta, como en las películas (añado yo ahora) «pero he calculado mal y el fuego ha alcanzado mi ventana». Hehehe.

Si esto quedó salvaje, el la venganza perruna no es apto para sensibles. Dice así:

Perro grande

«(No soporto a) los dueños de perros pequeños llevándolos en brazos cuando ven a la mía porque es GRANDE, vaya a ser que muerda. Dos veces la han mordido a ella y las dos han sido perros pequeños: un chihuahua y un pomeranian.

De pronto veo a un dueño cogiendo a su perro y ya no aguanto: me abalanzo contra ellos y agarro al perro para pegarle un mordisco arrancándole un trozo de piel peluda con toda la sangre chorreándome la boca.

Con la sangre derramada consigo pintar mi cara y mi cuerpo. (Ahora) camino por la cuadra gritando por algo justo: ¡NO AL PREJUICIO ANIMAL! ¡VIVAN LOS PERROS GRANDES!»

Pues eso, que ¡vivan los perros grandes! Y que vivan también los talleres de escritura en los que me lo paso bien.

Entradas relacionadas

Comentarios

¿Opiniones, dudas? Cuéntame…

This site uses Akismet to reduce spam. Learn how your comment data is processed.