El rincón de escribir

Publicación de María Bastaros en Instagram promocionando su curso de escritura en la que se puede leer: «Para escribir, sin embargo, no hace falta escribir bien. Solo hace falta escribir. Escribir es, de hecho, un ejercicio como otro cualquiera. Como correr, practicar yoga, hacer ganchillo o cocinar ramen. No se le debe un respeto mayor...».

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Escribir como hobby y el p*to síndrome del impostor

Reposteaba hace pocos días una conocida en Insta que escribir es ponerse a ello. Como cualquier afición, no debe tomarse tan en serio. «No hace falta escribir bien», decía el post. «Solo hace falta escribir. Escribir es, de hecho, un ejercicio como otro cualquiera. Como correr, practicar yoga, hacer ganchillo o cocinar ramen. No se le debe un respeto mayor…».

Publicación original de María Bastaros promocionando su curso de escritura. El artículo completo, aquí.

Tengo abandonado el blog

Tengo abandonado el blog, como leitmotiv de mi vida virtual.

Intento estructurar pensamientos. Si me cuesta pensar, ¿cómo no me va a costar escribir? Pensar también es solo ponerse a ello, de hecho, podría decirse que escribir es pensar en texto. Pero hay que tomarse el tiempo de hacerlo, pensar, escribir, tomarse el tiempo. Sin que sean días ni horas, a veces unos minutos o segundos de reflexión, escritura, tiempo, bastan. Pero todo va muy rápido estos días, meses, años. Ayer tenías ventimuchos, mañana cuarentaypocos y hoy estás aquí aturullada.

¿Cómo voy a llenar de contenidos el blog si no me doy tregua, si no me desaturullo?

Escribir es pensar en texto.

Dije yo, un poco más arriba, y tenía razón.

Así que aquí estoy, como cada cierto tiempo, intentando escribir, pensar. Alentándome a trabajar este vacío para que no lo esté tanto. Obligándome a sumar palabras con forma de pescadilla. Escribiendo en círculos por el simple hecho de escribir, para perderle el miedo, para ganar soltura.

Tengo un diario, a veces lo uso para esto mismo. Pero es un diario y en los diarios se cuentan cosas íntimas. En la literatura también se pueden contar cosas íntimas. Pero en la literatura todo lo puedes hacer pasar por ficción. «No, no, si eso no me ocurrió a mí…», cuando todo el libro eres tú. Porque si no hablas de la verdad, se nota. ¿O es que a los mentirosos no se les alcanza antes que a los cojos? Claro que no tienes porqué ser tú tú, puede ser una persona cercana o una exageración. Porque la literatura es exageración o, al menos, concentración de sucesos de relativa importancia o, al menos, algo que decir. Aquí suele ser cuando ataca el síndrome del impostor por primera vez. Cuando te enfrentas al folio en blanco.

¿Qué tengo yo que contar? ¿Qué puedo aportar? Ah, ya sé, esta idea… No, no, es una tontería, quién querría leer eso. Podría anotarla por si en otro momento… Pero la vida y se te olvida. Una red social y en qué estaba pensando. Scroll infinito y se acabó.

El p*to síndrome del impostor

Tengo un relato sobre esto, por supuesto, porque lo conozco bien. El peor escritor del mundo se titula. También habla de la segunda vez que ataca el síndrome del impostor, cuando no se comparte lo escrito por miedo al qué dirán. De todo esto va el síndrome del impostor.

Yo, sin embargo, sí comparto mis relatos. Tengo el síndrome de la impostora regulera. A veces me creo que sé escribir, a veces no. A veces comparto, a veces no. No me presento a concursos porque me da pereza leerme las bases y porque, la parte de impostora con la que cargo, detesta la competitividad: a ver si me voy a presentar y van a pensar que menuda castaña. Cuando lo normal es que para que ganes un certamen hayas tenido que presentarte a decenas.

Lo que quiero decir es que si alguien está leyendo esto pensando que le va a ayudar a superar algún trauma con la escritura, bravo por llegar hasta aquí: preséntate a todos los concursos que te encajen y, si ganas alguno, creételo; pero que, si no ganas, da lo mismo. Sigue escribiendo, de eso se trata. Para ti, para todos. Como el que va a zumba o la que hace croché.

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